Promoción de 1968 USO Escuela Transmisiones

Fortitudine vincimus

Yo tenía un camarada . . . o algo así

Allá, tras los muros de nuestra escuadrilla, yo tenía algo así como un camarada, un amigo más bien, con el que vivía los numerosos momentos de soledad compartida, un amigo que, distinto, pero igual, lo era de todos al tiempo, un amigo que me hablaba mientras yo callaba y al que, a veces, ni oía ni escuchaba, pero cuya voz me acompañaba mientras mis pensamientos divagaban por los vericuetos de la ensoñación, la nostalgia y, muchas veces, de la melancolía. Su voz, de muchas y distintas tonalidades, me sacaba de entre aquellas paredes y me transportaba a lugares que, no hacía mucho tiempo, habían sido mi mundo. O tan solo me acompañaba. Y esa compañía era inestimable y la echaba de menos cuando se quedaba sin pilas y no tenía un duro para acudir donde “El Judío” y reponerlas.

Estoy hablando, por supuesto, del transistor, ese que en tantos cuarteles, imaginarias y momentos de ocio nos acompañó tumbados en los pinos o sentados en algún lugar lo más lejos posible de la escuadrilla y al que, pasados ya 50 años, tanto recuerdo.

El año 1968 fue un año algo especial, fue el año del mayo francés, ese mayo del que apenas oímos hablar en las zonas rurales de nuestro país, pero en el que, si hoy hemos de hacer caso a todo el mundo, media España participó y estuvo en alguna sentada ante la Sorbona de París. Fue el año en que Massiel ganó el Festival de Eurovisión con el "La La La" dejando en segundo lugar a la Pérfida Albión, representada ese año por Cliff Richard y su Congratulations, y dejando el orgullo patrio por las nubes. The Beatles y Tom Jones nos regalaban ese año sus respectivos éxitos: Hey Jude y Delilah; mientras, aquí en España, eran Los Canarios y Los Bravos los que aportaban su pellizquito de arena a este año de guateques, pelos y patillas largas que poco habían de durar porque el comandante Pisón de la Vía no quería “patillas cortadas al bies ni en cola de milano” Una tragedia para algunos.

La voz melosa de Jeanette, todavía en el grupo Pic-Nic nos ponía tiernos con su Cállate niña y Juan y Junior, escindidos de Los Brincos, nos contaban la historia de Anduriña y nos brindaban la oportunidad de bailar un poco más apretaditos o, por lo menos, de intentarlo, pero eran malos tiempos para eso de arrimarse pues siempre había cerca una entregada “carabina”, celosa de su cometido, que obligaba a que el aire corriera con holgura entre los cuerpos de los bailarines. He dicho “carabinas” en un alarde de sutileza, porque, en realidad, eran más “trabucos” o “espingardas” que otra cosa.

Simon & Garfunkel nos presentaban ese año a Msr. Robinson, tema de la película El Graduado (1967) Y mucho más, muchísimo más: Bee Gees y Massachussetts, canción de 1967 pero que no llegó aquí hasta 1968. Qué tiempo tan feliz, de Mary Hopkin, Miriam Makeba y su Pata Pata, etc, etc…

Cuántas canciones y cuantos recuerdos. Pero, quizás, la noticia que me ofreció el transistor y que mayor impacto me causó fue la separación de The Beatles, en 1970. Éramos un grupo de 3 ó 4, no recuerdo quienes, aunque sí sé que uno de ellos era Plaza de Haro; también recuerdo que al oír la noticia nos quedamos unos minutos en silencio y mirándonos con cara de “y ahora ¿qué?”. Creo que todos tuvimos la sensación de que era el fin de la música, cosas de la edad. Pero después la vida siguió y nosotros con ella y el transistor.

 

Francisco Julio Pilar Fernández (Promoción USO 1968). Septiembre 2017